Cuando uno piensa que la sociedad ya ha dado su giro de timón y el cambio en la norma social se ha modificado, la realidad se encarga de darte un par de cachetadas para despertarte de tu sueño del cambio social.
Lo que en nuestro entorno social resulta una aberración, en otros grupos sociales es la regla general, aceptada y fortalecida.
Por la calle, un hombre y una mujer van caminando muy juntos, pareciera que se aman, él la abraza y ella se deja abrazar, hasta que, mirando mejor a la luz de una lámpara que emite luces apenas mayores que las del candil de mi tía Escolástica allá en Olocuilta, el no la abraza sino que la aprieta causándole dolor, mientras ella con la mirada clara del sometimiento, es decir, brazos cruzados, hombros bajos, cabeza agachada y los ojos puestos en el suelo, camina bajo el sufrimiento.
¿Sufrimiento? Lo pienso mejor y quizá es mi impresión, pero ella no cree que eso es sufrimiento.
Pasan frente a mí, que recién salgo del trabajo, y él la toma del cinturón por detrás y le da un fuerte jalón que la sacude. "Sos una pendeja" alcancé a escuchar, y ella le dice "No me diga así".
Nuevo sacudón, y me molesto suficiente, me acerco y con el codo puesto a la altura del hombro del bestia, le digo "Dejala, no la maltrates", me mira, se da cuenta que soy un poco más grande que él, y la suelta. No me dice nada. Le digo a ella que se marche y camina, mientras el bestia se me acerca y me dice "es mi mujer", siento el hedor a güaro.
Dejala que se vaya, no debes golpearla, digo y me dice, bueno, aquí me voy a quedar pero es mi mujer.
Al rato regresa la mujer y hablan, escucho que ella le dice: "No me pegués en público, espera que lleguemos a la casa".
Me espanto.
Me espanta el hecho de que el sometimiento ha sido capaz de eliminar la dignidad de esa mujer flaca de anteojos, secretaria de un comisionado policial.
Le grito yo a ella: "No señora, no debe permitirle que la golpee ni aquí ni en su casa".
Me dieron ganas de repetirle lo de pendeja que antes le había escuchado al bestia.
Me callé y reflexioné sobre como el poder del macho y una mujer no consciente de su rol de igual y pareja frente a bestia había generado en él, un poder capaz de mantener el sometimiento en el nivel de animal, de perro, de esclava.
Analicé para identificar cómo la construcción social de un bestia que quizá había sufrido un hogar de golpes, le había formado.
Cómo la construcción social provista por la madre de ella, le enseñó que debía aguantar al marido. ¿Tendría algo que ver la religión?, ¿El sentirse Crista, el conformismo?, ¿El patriarcado, esa figura que he negado insistentemente, diciéndome que ya no es más, y que hoy miraba potente, erguido, fuerte, desastroso, arrasador frente a mí?
Busqué explicarme un poco más, y me pareció entender que a ese bestia le dió poder una sometida. Y que ella, la sometida reforzaba el abuso de él y su propia sumisión.
No dejo de pensar que esa mujer podría aparecer un día en la puerta de un hospital a punto de desmayarse de los golpes, o peor, que resulte muerta por la bestia.
Me dieron ganas de golpear al bestia, de hacerle daño sin misericordia, y mientras miraba a la sometida, me enteraba de lo que salía de su boca, "él es así, siempre me hace lo mismo, pero no lo voy a denunciar, tenemos muchos años viviendo así".
La bestia se reía, consciente de su poder, y ella, la muy pendeja, sometida, ignorante, lo abrazaba.