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604. La contribución de la cultura al ejercicio del poder

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Se comprende al etnocentrismo (Morgan, Tylor, Kottak) como uno de estos conceptos que fueron mal usados en la antropología del siglo XIX, es la tendencia que tenemos nosotros los humanos para buscar analizar y entender el mundo a partir de mis propios valores y creencias culturales.

A este punto debo decir que cada una de las culturas se forma considerando un hecho que evoluciona en forma de bola de nieve, una práctica que se vuelve costumbre en una sociedad debido a que es funcional para algunos y que posteriormente es integrada a la cultura de esta sociedad.

Cada sociedad tiene sus propias culturas en torno a hechos particulares: Los hindúes incineran a sus muertos, los estadounidenses tienen velatorios que parecen fiestas y en El Salvador, hay mucho lloro en un velatorio y funeral, la gente se quiere lanzar a la tumba junto con el muerto. En cada caso es distinto, pero les ha funcionado en su propia sociedad.

Uno tiende a pensar –no siempre- que la cultura propia es mejor que las otras culturas por tanto, mi interpretación sobre comer “cuyes” como lo hacen en Perú o el Ecuador es horrible, fritos con papas y pareciendo ratas grandes.

Zamparse una tortillada de grillos tostados con sal como hacen en Oaxaca debe ser terrible para el paladar, o hartarse un perro frito tal como sucede en China y Korea suena espantoso, no dejo de pensar en mi niño “Spot” o en “Apolo”, “Diana”, “Ernie” o el lindo “D´Jango”,

¿Cómo podría comerlos?, sin embargo, ahí está, en esas culturas los comen y con ganas.

Cada pueblo, cada grupo étnico tiene su propia cosmovisión considerada como deseable, y eso constituye en cada ser su identidad cultural. Es aceptado que los cientistas sociales en general no debemos caer en el etnocentrismo, a este punto uno debe preguntarse: ¿Es el ejercicio del poder de un humano que somete a otro un asunto meramente cultural?

A diferencia de la cultura el poder es ejercido de la misma manera en cada sociedad: “El poder no es considerado como un objeto que el individuo cede al soberano (concepción contractual jurídico-política), sino que es una relación de fuerzas, una situación estratégica en una sociedad en un momento determinado.

Por lo tanto, el poder, al ser resultado de relaciones de poder, está en todas partes. El sujeto está atravesado por relaciones de poder, no puede ser considerado independientemente de ellas.” (Ibarra, 2009)

El ejercicio del poder puede volverse una costumbre, la gente puede acostumbrarse demasiado a el y probablemente esto se debe a que genera placer y adicción, una necesidad que requiere la mente para sentirse bien.

Algunos de los aspectos de la cultura están impregnados de situaciones de poder, en donde unos asumen que pueden hacer de otros y con otros lo que quieran siendo que están en una posición de superioridad.

Hace muchos años, mientras estudiaba en la escuela primaria casi todos los profesores se sentían con pleno derecho a golpear a los estudiantes, los padres culturalmente lo aceptaron, y cuando hablaban con los profesores decían. “dele reata si es necesario para que aprenda, tiene mi permiso”.

Los profesores de entonces (espero que esta situación ya no se dé…) usaban un cincho para nalguear, una regla de madera de un metro para golpear las piernas o una reglita de madera pequeña de 30 centímetros para las palmas de las manos o los dedos. No me extrañaría que alguien comentara que le hicieron la “carrera de mico” en el pelo.

Juro que es cierto, más de una vez estuve de plantón sosteniendo un ladrillo en medio del patio de la escuela en pleno sol debido a alguna falla o falta de aprendizaje memorístico como el de las tablas de la aritmética.

La clave de estos abusos estaba en el poder de hacer lo que viniera en gana para fomentar el aprendizaje. Pienso que alguno de los que se han tomado la molestia de leer este textito debe pensar que era bueno que los profes golpearan a los alumnos. Eso me asienta más la idea que muchos de los ejercicios de poder sobre los sometidos se vuelven parte de la cultura y se aceptan como tales, intocables.

Leo en uno de los periódicos extranjeros de hoy día (mayo 6 del 2014) una noticia que me aterroriza:

"Yo secuestré a vuestras hijas y voy a venderlas en el mercado, en el nombre de Dios". Con estas palabras difundidas en un vídeo este lunes, Aboubakar Shekau, líder del grupo terrorista Boko Haram, anunciaba sus planes respecto a las 223 jóvenes que secuestró de una escuela de la localidad de Chibok, en el noreste de Nigeria, el pasado 14 de abril. Con un tono claramente amenazador, el líder terrorista, a quien el Gobierno nigeriano prácticamente dio por muerto el año pasado, aseguró que "ya había dicho que la educación occidental debía acabarse. Niñas, tenéis que dejar la escuela y casaros". Además, unas pocas adolescentes, según el mensaje difundido por Boko Haram, van a quedar en manos de esta organización radical para que les sirvan como esclavas y serán obligadas a casarse con sus integrantes”. (El País, versión digital)

Analizo un apenas el texto sin saber mucho sobre Boko Haram, más allá de lo que dicen las noticias en este país, un grupo fundamentalista islámico religioso en contra de la educación occidental.

- “Yo secuestré a sus hijas”

- “Niñas, dejen la escuela y cásense”.

- “Unas adolescentes quedaran en manos de la organización para servir como esclavas”

Me fijo un poco más y me doy cuenta que los religiosos son hombres, que las secuestradas son mujeres, que están obligadas a casarse, y que algunas serán esclavas. ¿Cultura o ejercicio de poder y sometimiento?

Encuentro en varias culturas que el ejercicio de poder en la familia, en las relaciones económicas, en la comunicación esta preñado de ejemplos en los que se oculta y minimiza el efecto pernicioso de que haya humanos sometidos a otros con una envoltura de “esa es su cultura, no se debe juzgar”.

Otros ejemplos como el considerar que la virginidad femenina es una especie de sacrosanta virtud, pero no considerar la masculina en la misma dimensión forma parte de esta doble cara de la cultura. ¿Acaso la madre llevará a la hija a inaugurarse como mujer en un lugar donde hay un montón de hombres vendiendo su sexo para este tipo de ritual? Aberrante, ¿no es cierto? Bueno, muchos padres en este país lo han hecho y quizá lo siguen haciendo para que sus hijos se conviertan en “hombrecitos”.

Muchos ejemplos hay en el mundo sobre como la cultura oculta las relaciones de poder y sometimiento, y en casi todos los casos… los hombres ejercemos poder sobre las mujeres.

Me gustaría cerrar –provisionalmente- este corto texto con una cita de Kottak:

Desde este punto de vista, la Alemania nazi se valora tan neutralmente como la Gracia clásica. El antropólogo, sin embargo, ha de respetar la diversidad humana intentando ser objetivo, preciso y sensible en su informe de otras culturas, no significando esto que deban ignorarse los valores internacionales de justicia y moralidad. El antropólogo no tiene que aprobar el infanticidio, el canibalismo o la tortura para registrar su existencia y determinar su causa”. El texto a mí me suena tan burdamente ambiguo como la carta a los patriotas de Salarrué. “Sí, pero no”.

Hoy día Kottak es uno de los teóricos más importantes de la antropología cultural y Salarrué es venerado por un montón de gente en este país. Entonces… ¿quién soy yo para criticarles y estar en desacuerdo con ellos? Poder y sometimiento.

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