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611. Construir nación: Los desafíos del nuevo gobierno

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Ningún gobierno ni bueno ni malo termina con las dificultades, siempre habrá cosas que hacer ya sea mantener los logros o resolver lo que el otro no pudo. Lamentablemente creo que hay pocas cosas en las que se debe poner el esfuerzo de mantener su nivel, pero demasiadas para resolver en la medida que el esfuerzo realizado es un apenas.

Así, el menor de los problemas (aun siendo grande) puede ser la construcción de vivienda de interés social, los esfuerzos y logros en este campo requieren de una permanente acción, hast hace dos años un estudio del BID en 18 países decía que “En El Salvador, un 58% de los habitantes no cuenta con vivienda propia o sus viviendas son de mala calidad”, y la demanda crece a ritmo de 15 mil nuevas viviendas cada año. Problema grave, pero el menor de todos.

 

En el orden, la demanda de empleo y la poca oferta del mismo requiere de una alta dosis de creatividad para encontrar vías de solución que no atraviesen por la maquila. Hay una intención de crear empleos para los privados de libertad y es importante también en la línea de su re inserción social y económica. Por cierto, el número de privados es de casi 25,000.

 

La tasa de desempleo este año es de 6.7% sin embargo ese dato es un espejismo. El subempleo aborda ya casi al 18% lo que implica pues, que se requieren empleos dignos en el orden del 25%. El subempleo considera que si una persona se genera ingresos, así sea vendiendo lapiceros en un autobús, entonces no está desempleado.

La atención de salud sigue siendo un tema importante en particular para todos aquellos que no cuentan con la posibilidad de acceder a la ya mala atención de la seguridad social. El dato de quienes no cuentan con el servicio de salud adecuado es del orden del millón y medio de salvadoreños, quizá un poco más. Mas hospitales, mas doctores, más medicina. Un dato, este año no hay dinero para la prueba del VIH, fatal.

En cuanto a la educación, el gobierno de Funes dio una gran esperanza con el documento Vamos a la escuela, siendo que proponía nuevas y profundas ideas en torno a una nueva educación. No ha sucedido mucho. Sin embargo, se muestran los logros en materia de útiles escolares, zapatos y comida para los cipotes en la escuela, esto que es importante merece ser manejado desde otro ministerio como Salud y Economía.

La mejora de la educación debería reflejarse en otros indicadores como los vinculados a la deserción, repitencia, matricula final, promedio educativo, analfabetismo, alza en la nota PAES y mejores escuelas y profesores.

La escuela de tiempo pleno nunca fue, y el concepto está diseñado, creo que este nuevo gobierno debe hacer esfuerzos para concretar este plan. He alabado el concepto de la escuela de tiempo pleno y cuando se difundió el plan mi pregunta era: ¿podrán hacerlo? Sigo hoy cuestionándome lo mismo.

 

Otro gravísimo problema es el de la corrupción en las oficinas de gobierno que abarca probablemente todos los niveles, incluyendo al Ejecutivo. Cuando a Vanda Pignato le preguntaron sobre el informe de El Faro, su respuesta fue elocuente, hablaba por sí misma: “Pregúntenle al presidente, él debe saber”.

El nepotismo, los favores políticos, los cobros de aranceles inexistentes, la contratación de empresas de amigos o en las que el titular es un socio son parte de las cosas que deben eliminarse, hasta el punto que los salvadoreños borremos de nuestro lenguaje la idea de corrupción del poder.

 

Pisto, problema grave, ¿De dónde saldrá el dinero para el gasto corriente del Estado? La única forma de obtener dinero es cobrando más impuestos, sin embargo eso ya está enfrentando al Estado con la empresa privada y puede ser también un elemento que genere alza de precios e inflación.

Podemos pensar en billete de Alba Petroleos, pero es inseguro, el acuerdo en relación a los 640 millones posibles de Alba consideraba la presencia exclusiva en la distribución de los hidrocarburos. Imposible.

La vía fiscal parece imponerse, un reto de lo más grande.

 

Finalmente, el tema de la inseguridad que hoy día afecta a la educación, el empleo, la productividad, la salud física y mental y hasta la tranquilidad de las personas. A eso se suman los “exterminadores” que tratando de resolver el problema por su propia mano, crean uno nuevo, el de la ingobernabilidad.

El número de miembros de pandillas es incierto, tanto como pueden ser 75,000 pueden ser el doble  o el triple. El número de policías es de casi 25,000, uno por cada tres pandilleros. Quizá uno por cada diez delincuentes. Terrible, un desafío terrible espera al nuevo gobierno y no, no todo es culpa de ARENA.

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612. Una tarde de sopa y cafecito en la Finca Santa Elena

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Ya habíamos caminado un rato por el pueblo mientras la Audrey estaba jode que jode sin ganas de caminar, había que cargarla de vez en cuando. Es una perrita bonita nacida el 10 de marzo (ya tiene once semanas y media) y tiene un color marfil que me gusta mucho, una cara de ternura y unas patas de grandota. Me he dado cuenta que al mover la cola de alegría o queriendo quedar bien lo hace con mucha fuerza y golpea. Hicimos algunas fotos en el pueblo y como es la altura, apenas 1,000 msnm no es el mismo clima que el que hay en san salvador de apenas 700 msnm, pues el clima estaba rico.

Decidimos que era buen lugar para almorzar y buscamos donde y así como quien no quiere la cosa, un rotulito pequeño Finca y Restaurante Santa Elena, bueno veamos sí se puede comer ahí pues. Y seguimos la flecha hasta fuera del pueblo luego otro rotulo mas: "Hacia las cumbres", preguntamos y dijeron: no mas de diez minutos subiendo.

Seguimos la serpentina de la carretera que sigue hacia el cielo mismo, y pensaba que el clima en medio de los cafetales es mas helado, que la carretera tenía niños que caminaban y que tenía hambre. Ahhh y ganas de hacer uno.

De repente una flechita y una entrada de tierra, aquí es pué. Vamonos para dentro. El camino de tierra y piedra, a un lado la vista desde la cima y al otro lado, la montaña y los árboles. Puuta, que bonito me dije. Una curva y una cascadita, los arbustos, los palos de sombra del café y quien sabe cuantos animales en esa vegetación, ¿el clima? una delicia.

Bueno, me dije, nunca vamos a llegar entonces? pasa que el desespere del hambre pero no habían pasado cinco minutos de camino cuando de repente una casa de finca, flores, gente conversando, patios pequeños de café, despulpadoras, y la Camila, una yegua. Detuvimos el auto e inmediatamente nos saludó Filadelfo Baires, el hombre fuerte de Santa Elena, "bienvenidos, pasen adelante" y la amabilidad completa Don Fila, ciertamente una persona que sabe, entiende y quiere la vida de la montaña. No, no siempre fue de montaña.

Pues, ya, entramos al lugarcito muy bonito, con un techo de flores que colgaban sobre las mesas de madera y la vista hacia el infinito, encantadora. Oigo música y quedo un tanto extrañado, ¿que es eso? un jazz en el medio del cafetal? pregunto al encargado de ayudarnos a elegir el plato y me dice..."ese es... ese es...ya averiguaré", espera le digo, no será Cannonball? "ese mismo es" replica.

En mi pensamiento me surgen varias cuestiones: que lindo lugar, ¿quien es el dueño?, ¿que son estas fotos? En una de ellas veo a Alvaro Magaña en sus días de presidente junto con Filadelfo, el hombre que me ha saludado con efusividad al llegar. Le doy vueltas a la cabeza varias veces.

Bueno pidamos algo, un par de cervezas, sopita de frijoles con queso y cuajada, gallina india de verdad, sopita de gallina, y la plática de la tarde con la Tati y Filadelfo, la conversación en la que se vuelan los hechos, los datos y las curiosidades. Filadelfo me ha comentado muchas cosas sobre la finca, pienso que él no es siempre así, o quizá sí. El asunto es que hablamos bastante creo, en la televisión había un programa de Campeonato de Golf de los EEUU que Filadelfo miraba detenidamente, como ya había visto un reconocimiento de golf en mi recorrido le dije molestando

- "Yo nunca he jugado golf ni podría"

- "Ah como mombre, sí eso lo puede hacer usted"

- "Digo que... no soy ni seré socio de un club de glf, no tengo el pisto..."

- "Eso es otra cosa, pero las capacidades ahí están".

Hablamos de deporte, del café (algo entiendo del asunto... estuve tres años metido en una de las fincas mas grandes de café de este país), de geología, de pueblos pre hispánicos de obsidiana (nos ha mostrado muchas pedazos de la misma), de historia, de 1932, de la gente, de como llego ahí, de como va con la roya, del banco Hipotecario, de la vista, de animales, del pueblo... en fin, tema había y además, alguien que sabe, entiende y enseña. La Finca tiene ese don de armar ambiente.

Casi las cinco de la tarde, como se va el tiempo. Caminamos un rato por los derredores del restaurante, tiene una cabaña por ahora y un sitio para acampar (creo que haremos eso un día he pensado en la Cristi y Guille para decirles) y el frío ha empezado. Pedimos cafecito de estricta altura, recien molido y cocinado. Caliente como el infierno pero perfecto para este cielo de la cumbre. Ana María la administradora nos ha mostrado un poco de este entorno, escuché su acento y se lo pregunté: ¿vos sos tica o colombiana? Esta manía mía de tratar a la gente de vos me ha valido más de una mirada rara, no fue el caso. Colombiana me dijo, odontologa de profesión y diseñadora. Más sorpresas en esta finca. El pelo de la Ana María es similar al mío, bonito pues, gris, bastante gris.

Nos hemos despedido luego de pagar lo que francamente me pareció adecuado y justo, hasta barato pienso. Bajamos la cumbre con el deseo de regresar. Lo haremos.

613. En la ruta de la miseria hacia Estados Unidos

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Por Paula Chouza

Son las diez de la mañana de un viernes en Tecun Uman, la frontera entre Guatemala y Ciudad Hidalgo, en Chiapas. El calor es extremadamente húmedo y cuatro jóvenes de Nicaragua y Honduras lavan sus ropas a la orilla del río Suchiate. Los caminos de tierra y algo de vegetación dominan el paisaje de este lado de la frontera, sobre el que se asientan pequeños negocios artesanales bajo las carpas. Un tráfico constante de balsas sirve como medio de transporte para cruzar a México de forma ilegal. Apenas 400 metros a la izquierda se encuentra el puente con la garita oficial, pero ninguna patrulla impide el traslado por agua, que es precario para el usuario y duro para el que la lleva. Otoniel rema de pie una de las balsas construidas con seis tablas de madera de tres metros de largo y otras cuatro atravesadas sobre dos grandes cámaras de tractor. Tiene tres hijos adolescentes y trabaja en el río de sol a sol. “Está dura la pasada, preferimos luchar acá, por lo menos sacamos para los frijolitos”, dice cuando se le pregunta si nunca trató de subir a Estados Unidos. Por diez quetzales guatemaltecos o su equivalente, 20 pesos, completa el trayecto de un lado a otro en unos diez minutos.

Los cuatro muchachos que buscan tomar un baño en el Suchiate quieren cruzar esta noche, pero no tienen dinero, se lo robaron, dicen, así que lo harán nadando. En la otra orilla, dos compuertas vierten los desagües de Ciudad Hidalgo al río. El agua está turbia y desprende un hedor nauseabundo.

Que el Instituto Nacional de Migración (INM) los descubra y los deporte es uno de los principales temores para quienes deciden cruzar de forma ilegal. Tan solo en 2013, 82.269 migrantes fueron detenidos por las autoridades en México. De ellos, 75.704 salieron expulsados. La mayoría llegaba de Honduras, Guatemala y El Salvador. Desde hace años, el país funciona como filtro para evitar que lleguen a Estados Unidos. La ley permite a los centroamericanos transitar libremente por México con pasaporte, pero nunca establecerse. Caso aparte merecen los niños y adolescentes. Tan solo del 17 al 24 de marzo de este año, el INM rescató a 370 menores de edad. De ellos, 163 habían sido abandonados por presuntos traficantes de personas. Hace unos días, el presidente Obama se refirió al cruce de niños sin papeles hacia Estados Unidos como un “asunto humanitario urgente”. Según cifras de su Gobierno, desde comienzos de año han sido detenidos 60.000 menores, una cifra muy alta comparada con el año anterior: 24.668 en 12 meses. El viaje comienza en Centroamérica.

El pueblo de Comitán, con 141.000 habitantes en la cabecera municipal, se encuentra a cinco horas en coche de Talismán (Tapachula), otra de las fronteras de Chiapas con Guatemala. El DIF (Sistema gubernamental para el Desarrollo Integral de la Familia) posee cuatro albergues en el Estado para acoger a niños migrantes que han sido detenidos en su tránsito por México.

Carolina Colin es la responsable del área de psicología. En su despacho los dibujos de los niños llenan la pared. Desde que abrieron, en abril de 2013, han recibido 50 casos. La mitad eran guatemaltecos, el 30% hondureños y un 20% de El Salvador”. Los menores de hasta doce años permanecen en la institución mientras se resuelve su trámite migratorio, casi siempre tres o cuatro días. El “INM nos los deja y a ellos se los entregamos de nuevo. Todos viajan para reunirse con sus padres en EE UU”. Los pequeños van siempre acompañados de un coyote [la persona que los cruza] y el precio desde Honduras puede ser de unos 8.500 dólares. “En el caso de las niñas, el adulto es una mujer, porque resulta menos llamativo. Siempre huyen en el momento en que migración los detecta”.

Esta semana el albergue se encuentra casi vacío. Anita y Melissa, de tres y dos años, son las únicas huéspedes. La habitación donde duermen está revuelta y hay dos barbies tiradas sobre los sofás. Son guatemaltecas y llegaron a Comitán hace más de un mes. No saben hablar español, pero les gusta colgarse de las mesas y sonríen vergonzosas ante la presencia de extraños. Su caso es complicado. Las encontraron en el mercado de abastos cuando la madre de una de ellaslas estaba venidendo. “¿Cuánto pedía por ellas?”, “10.000 pesos” (unos 769 dólares).

Entre los 13 y los 17 años son las organizaciones civiles las que se hacen cargo de los menores. Uriel González, director de la casa IMCA en Tijuana, al noroeste del país, lleva más de veinte años trabajando con ellos. La mayor parte de los chicos que se hospedan en la residencia son mexicanos (“muchos de Michoacán y Guerrero”) dice. Les dan cama, alimento y un lugar seguro mientras el INM busca a sus familiares.

Guadalupe tiene 17 años y la mirada ausente. En dos horas regresa a casa, en Chiapas, al sur de México. Salió con una de sus ocho hermanas hace cinco meses en autobús porque su padre ya no quería que siguiese estudiando. El viaje duró cuatro días. Su novio, que está en Estados Unidos, las contactó con un coyote que les dio residencia. “Le pagábamos todo, hasta para alcohol. Eran 2.000 pesos (154 dólares) cada semana. Nos maltrataba”, dice. Intentaron pasar tres veces a Estados Unidos, las dos primeras por el cerro, que son varios días caminando entre la maleza, sin agua ni comida. “Mi hermana quedó atrapada en la barda, nos hicimos daño. Si cruzábamos, pagaríamos al coyote 5.000 dólares, pero las dos veces nos agarraron”. La tercera lo intentaron por La Línea, donde están las garitas oficiales. Más caro. Su hermana sí cruzó pero a ella la detuvieron durante varios días.

“En Baja California no tenemos la misma situación de violencia, inseguridad y secuestros que en la frontera este. Reynosa, Nuevo Laredo y Matamoros son las zonas más duras de cruce y sin embargo, las más usadas porque resultan menos caras y hasta allí llega el sistema ferroviario de carga”, explica Uriel González.

Israel, de 33 años, fue uno de los miles de migrantes que tomó el tren. Él salió de El Salvador el 17 de febrero de este año huyendo de la muerte. En agosto de 2013 un excompañero de trabajo al que acababan de despedir se le echó encima con el coche, “por envidia”, dice, lo aplastó contra una pared y estuvo en coma varios días. “Me salió la sangre por los oídos y un lateral de la cabeza quedó hundido”. Hoy todavía tiene secuelas de la parálisis, que lo tuvo en el hospital más de un mes. Israel trabajaba como guardia de seguridad para una señora importante, que le pagó cuatro meses de alquiler. “El 15 de febrero llegaron por mí cuatro personas armadas en un vehículo y empezaron a disparar. El copiloto era el mismo que había intentado matarme antes”. Esquivó las balas y decidió escapar, dejando a una esposa y cuatro hijos.

“En la frontera de México los judiciales me quitaron el maletín, 160 dólares y los zapatos, así que tuve que caminar descalzo. En el monte me lastimé los pies y empecé a desangrarme. Até una de las dos camisetas que llevaba puestas a las plantas y continué hasta que una señora nos prestó ayuda en Tapachula”.

“Nuestra población es en un 90% hombres, un 8% mujeres y un 2% niños. El 80% viene de Honduras”, explican en el albergue de Huehuetoca, una localidad que se ubica a ambos lados de la vía del tren en el Estado de México, a una hora y media del Distrito Federal, en el centro del país. Cada vez más, cuentan los responsables de esta casa regentada por la Iglesia, los migrantes optan por tomar nuevas rutas y viajar en medios de transporte alternativos al tren. “El autobús es una de las opciones más utilizadas. Algunos sortean los retenes y se bajan antes. Otros se hacen los dormidos para evitar que las autoridades les pidan documentos”.

Israel tomó primero una combi a Tonalá (a 220 kilómetros de Tapachula) y de ahí otra a Arriaga (aún Chiapas). Después pensó que el tren era su única opción. “Al que no pague túmbenlo. Ahí llevas la [pistola] 38, con seis cartuchos dentro y otros 12 de repuesto. A la mujer que no quiera pagar, cógetela, cabrón y luego también la tiras”. Las frases anteriores se las oyó decir a un hombre que llaman el señor de la línea, en Tierra Blanca, un municipio de la zona central de Veracruz. “Es güero [rubio], fornido, alto, cuentan que hondureño pero habla mezclado. Es el jefe de la organización y dirige un equipo de 30 personas. No son de los zetas pero tienen comunicación entre ellos. Se encarga de cobrar la renta, llega, da órdenes y se retira”, dice. “Anda con un perrito vuelta y vuelta, controlando la gente que hay. No tiene mucha cara de malo pero yo escuché lo que decía y me dio miedo”. Israel llevaba 300 pesos enrollados en el dobladillo del pantalón. Uno de los controladores conocía su ciudad de origen y lo dejó pasar sin pagar. “Cuando se subían al tren yo me enrollaba como una bola y cerraba los ojos. Si uno se les queda mirando, te matan”. Hoy espera en la Casa del Migrante de Huehuetoca a que el Gobierno le conceda una visa humanitaria para poder establecerse en el país.

“Desde que abrimos hace 21 meses hemos hecho el trámite con ocho personas, pero solo una fue migrantes no siempre tienen a su disposición los papeles que piden para probar la veracidad de su historia. La visa se da si la vida del solicitante corre peligro en el país de origen”.

Israel presenció tres violaciones y una decena de asesinatos en diez días de viaje. Cuando traza su relato habla de los zetas, pero no solo: “Los que cuidan el tren, les dicen garroteros”. En México nueve compañías privadas operan por las vías del país como transporte de carga. Generalmente los migrantes viajan en la parte superior del vagón. Antes de llegar a Orizaba (Veracruz) hay unos túneles. “Allí aparecieron los vigilantes. Nos pidieron a todos que bajásemos. Venían dos chamacas de 20 y 17 años. A ellas les dijeron que se quedasen. Los siete hombres que llegaron pasaron por las dos”.

En agosto de 2010, 72 ciudadanos centroamericanos fueron asesinados en Tamaulipas a manos del crimen organizado. En abril de 2011, las autoridades hallaron 196 cadáveres en fosas comunes en la localidad de San Fernando. La mayoría eran migrantes que murieron a golpes. Cada año una caravana de madres del Movimiento Migrante Mesoamericano busca a hijos desaparecidos en su tránsito por México. Solo un reducido grupo de sacerdotes y defensores de los derechos humanos ha alzado la voz para denunciar las atrocidades a las que son sometidos.

Que no me regresen”

Hace semanas que Israel no habla con su familia. No sabe si están bien, pero sí que deben tres meses de renta. La vivienda cuesta 60 dólares. Un pasaporte 30. “Mucho”, asegura. La medicina que necesita su hijo pequeño con hidrocefalia vale otro tanto. Cuando trabajaba de vigilante ganaba 150 la quincena. “Nos alcanzaba para vivir los seis”, explica, “pero ahora no tienen recursos”. Sus familiares también son pobres y tienen sus propios hijos. “No pueden ayudarnos”, dice.

Mientras espera a que el Gobierno le conceda su visa humanitaria piensa en si su esposa continuará viva. “Tengo fe en Dios. Lo que yo más quiero es que no me envíen de vuelta. Yo hago lo que sea, trabajo donde me digan, pero que no me regresen a mi país. Eso sería lo peor de todo. Lo peor”.

(El País, 7 de junio de 2014, versión digital)

614. Diez historias de terror

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La violencia de la sociedad salvadoreña abarca a todos, hay políticos, hijas, profesores, arquitectos, esposas, buseros, sacerdotes y pastores, vigilantes, minuteros, vendedoras, todos violentos.

Una enfermedad social que nos ha traspasado a cada uno, burlándose del buen sentimiento. Uno piensa que solo las maras son las violentas, pero... más allá de ellas la gente en general.

Diez casos recogidos por El faro bajo la pluma de Roberto Valencia, mas de alguno de estos casos lo hemos leído en los periódicos. Veamos:

Caso I. El seis de marzo de 2013 el autobús de la Ruta 92 placas AB-78377, manejado por un hombre de 32 años llamado Ricardo Antonio Morales, se aproximó al redondel del Árbol de la Paz, el que está abajo del Estadio Cuscatlán. Rosa María Calero, de 57, tuvo la desgracia de llegar en su pick-up al mismo redondel en el misma minuto, con la idea de tomar la calle Antigua a Huizúcar. El bus golpeó el pick-up por detrás apenas lo suficiente para marcarlo. Ricardo y Rosa María sintieron la caricia y bajaron. Él juzgo intrascendente el choque; ella, un accidente en toda regla. Discutieron. Él regresó a su asiento del bus; ella se puso delante de la unidad para impedir su marcha. Él aceleraba y frenaba para asustarla; ella, necia. Después de unos segundos de tensión eternoa, el autobús avanzó poderoso, ruta a Zacatecoluca. A los pocos minutos, una patrulla de la Policía Nacional Civil lo detuvo en el kilómetro doce de la carretera que termina en el aeropuerto. Ricardo durmió aquella noche en bartolinas. Peor le fue a Rosa María; falleció junto al Árbol de la Paz arrollada por un bus.

Caso II. El veintiocho de marzo de 2013 Luis Ernesto González entró furioso en uno de los cíber de la residencial Altavista, en el sector que pertenece al municipio de Ilopango. Sentada frente a una computadora estaba Yuridia Catalina Herrera, de veinticuatro años. Él era doce años mayor pero habían mantenido una relación algún tiempo, hasta que ella se cansó. Luis se encaminó directo hacia su examante. Comenzó una discusión de gladiadores que terminó cuando Luis sacó su pistola y la descargó sobre Yuridia, no menos de seis disparos. A un par de cuadras pasaba por casualidad una pareja de agentes. Corrieron al escuchar las detonaciones. Al llegar al cíber solo tuvieron que esposar a Luis y llamar a una patrulla. Varios de los clientes ya lo habían neutralizado.

 

Caso III. El veintinueve de junio de 2013 una estudiante a la que llamaremos Claudia salió de la escuela y tomó uno de los microbuses de la Ruta 33, rumbo a su vivienda en un cantón de Mejicanos. La unidad la manejaba Mario Heriberto Gómez, de treinta y dos años, y el cobrador era Álvaro Bladimir Cabezas, de veintiuno. Claudia vivía casi al final del trayecto. Los pasajeros fueron bajando uno a uno, hasta que solo quedaron tres personas a bordo. La estudiante veía por el retrovisor cómo Mario y Álvaro la miraban, hablaban sobre ella, reían lascivos. El microbús no se detuvo cuando Claudia lo pidió. La llevaron a un predio. Álvaro la sometió con facilidad por el desbalance de fuerzas. La desnudó y la violó. Mario vigilaba. Consumada la violación, la dejaron cerca de la casa no si antes amenazarla de muerte para que callara. Claudia entró en casa llorosa y le contó a su madre. Claudia tenía catorce años. Juntas fueron a la delegación a interponer la denuncia.

Caso IV. El cuatro de diciembre de 2013, a eso de las cuatro y media de la tarde, Sipriano T. y Melky S. dos agentes de la Policía Nacional Civil de 33 y 29 años respectivamente, detuvieron a un joven mientras hacían ronda por el parque de la colonia La Rábida, en San Salvador. Sumiso, un joven al que llamaremos Óscar hizo cuanto los policías le pidieron, confiado. No era la primera vez que lo registraban, algo habitual en El Salvador cuando se es joven y se vive en zonas complicadas. Óscar no cargaba dinero pero sí un teléfono celular. Si querés volver a la casa, tenés que darnos algo, le amenazaron Sipriano y Melky. Ante la posibilidad de verse encerrado en las bartolinas policiales, mazmorras en toda regla, Óscar accedió a irse sin su teléfono. Cuando entró en la casa, el joven, poco más que un niño, le detalló a su padre el motivo por el que no cargaba su celular. El padre, cosa rara, tuvo el valor de presentarse en la delegación policial y denunciar a los agentes Sipriano y Melky.

Caso V. El trece de diciembre de 2013 el Tribunal de Sentencia de Santa Tecla condenó a 42 años de prisión a Salvador Acevedo Ibarra por violación y agresión sexual. La primera vez que violó a su víctima ella tenía ocho años de edad, y lo hizo de forma continuada hasta que cumplió los catorce. El tormento terminó cuando un familiar se percató de que estaba embarazada, y denunciaron al violador. Salvador era el padrastro de la niña y, en un país en el que cualquier tipo de aborto está prohibido, será el padre del fruto del vientre de su hijastra.

Caso VI. El dieciséis de julio de 2008 se presentó la denuncia, pero los abusos habían ocurrido tres años atrás, cuando la víctimas apenas tenía seis años de edad. La niña llegaba a casa de los que llamaba sus abuelos, aunque él, Nicolás Martínez, de 72 años, no era el padre biológico de su madre biológica. Para entendernos, el septuagenario Nicolás era el abuelastro. En repetidas ocasiones a los largo de 2005, siempre que se presentaba la ocasión cuando se quedaban solos, el septuagenario Nicolás desnudaba a la niña y la toqueteaba lascivo. La aberración se volvió rutina. Con el paso de los meses fue remitiendo hasta desaparecer, el septuagenario Nicolás confiado quizá en que con seis años la niña estaba demasiado tierna para recordar. Pero recordó. Cuando tenía nueve se lo contó a una prima algo mayor. La prima a su vez se lo dijo a su tía –la madre de la niña–, y esta no dudó en denunciarlo. En abril de 2014 el Tribunal Sexto de Sentencia de San Salvador condenó a doce años de cárcel al septuagenario Nicolás por agresión sexual continuada en menor e incapaz.

Caso VII. El doce de junio de 2013 Manuel Antonio Bermúdez Molina, de 48 años, quemó viva a su pareja, Silvia Dinora Rivera Riveras, once años menor que él. Once eran también los años de convivencia. Once años de continua violencia intrafamiliar. El homicidio sucedió en un asentamiento ubicado junto al bulevar Venezuela que todo mundo identifica como comunidad Trujillo, en la capital. Manuel Antonio, que vivía de recoger latas y envases de plástico, se pasó con los tragos ese día. Discutió con Silvia Dinora, como de costumbre. La golpeó, como de costumbre. La amarró con una cuerda en el sillón de la casa. La roció con combustible. Prendió fuego. Los gritos de Silvia Dinora se escucharon en toda la Trujillo. Familiares y vecinos rescataron con vida a Silvia Dinora. La trasladaron al Hospital Rosales. Tenía el 95% de su cuerpo con quemaduras de segundo y tercer grado. La hospitalización solo sirvió para prolongar su agonía once días más.

Caso VIII. El miércoles veintiuno de agosto de 2013, pasadas las diez de la noche, Edwin Linares, de 42 años y camarógrafo de TCS, se ofreció a dar rai a la casa a una compañera de trabajo, hasta el enjambre de residenciales situado más allá de Los Chorros. Edwin Linares pidió el carro prestado a otro compañero, manejó como un rayo por la carretera recién pavimentada, y dejó a la comunicadora sin contratiempos en su vivienda. Llovía fuerte. De regreso, Edwin Linares atropelló a un hombre en Lourdes, Colón. Se lo llevó por delante con la parte frontal izquierda del vehículo. No se detuvo. Telefoneó al compañero que le había prestado el vehículo, le dijo que había golpeado a alguien y colgó sin dar más detalles. Manejó sin detenerse hasta el parqueo de la Telecorporación, seguramente bajó para evaluar los daños en el carro, pero lo que vio le asustó tanto que huyó del lugar. Cuando un vigilante se acercó, vio al hombre en los bajos del carro. Aún se movía y llamó a su jefe y a la Policía Nacional Civil. Edwin Linares lo había traído a rastras desde Lourdes, más de diez kilómetros. El hombre falleció. El informe de Medicina Legal reveló que el cuerpo presentaba “aplastamiento de hemicara izquierda, en región de tórax, abdomen y muslos, así como múltiples fracturas en costillas y múltiples áreas excorativas”. Se llamaba José Antonio Chicas y tenía 42 años, la misma edad que la persona que en su huída le provocó la muerte.

***

Caso IX. El treinta de diciembre de 2013 cuatro hombres secuestraron a un empresario y a la persona que lo acompañaba. Ocurrió en el kilómetro 57 de la carretera que de Zacatecoluca conduce hacia San Luis La Herradura (La Paz). Los detuvieron, los cargaron en un pick-up y los llevaron al rancho de uno de los secuestradores. Quedaron en custodia de los hermanos Orlando y Raúl Ernesto Mejía, y los cuatro llamaron a los familiares para exigir un rescate. Pero algo se salió del guion. El empresario fue trasladado al municipio de Tamanique (La Libertad) y lo asesinaron. El otro secuestrado logró escapar y denunciar a sus captores. Los cuatro secuestradores resultaron ser cuatro miembros de la Policía Nacional Civil asignados a las sedes policiales de Zacatecoluca, San Pedro Masahuat, San Luis La Herradura y Tamanique: el subinspector José Concepción Marín Lozano, de 36 años; el sargento Juan Antonio Laínez Valencia, de 40; el agente Juan Carlos Anaya López, de 29; y el también agente William Alberto Alfaro, de 32 años.

***

Caso X. El diecinueve de febrero de 2014 el Tribunal Quinto de Sentencia de San Salvador condenó a nueve años de cárcel por maltrato infantil continuado a Héctor Antonio Henríquez Hernández, un padre de cuarenta años de edad. Las víctimas, sus tres hijos. Durante el juicio, los tres detallaron con crudeza la violencia con la que su padre los corregía, maltratos físicos y psicológicos que comenzaron desde el año 2009. Los testimonios de los hijos contra su padre fueron respaldados con exámenes corporales y psicológicos. Uno de los peritajes era del propio día de la captura de Héctor Antonio, ya que cuando la Policía Nacional Civil lo detuvo, estaba moliendo a golpes la espalda de uno de los tres hermanos. El tribunal dispuso que los niños quedaran bajo el cuidado de familiares maternos, mientras se decide su futuro.

 

 

615. Tarde de sofball en Aguacayo

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Ayer pues cansado de la semana y con deseos de salir, no quedarme encerrado en casa que a veces es asfixiante, un calor del diablo en el infierno que es San Salvador.

Pase a traer a la Audrey y a D´jango y nos dirigimos a Quezaltepeque, buscando un viejo balneario al que mi padre me llevaba y donde nace agua que viene del volcan con sabor salobrigo. Ya me miraba yo metiendo a esas aguas sin embargo, el sueño duró muy poco: no se permiten animales.

Bueno, ni modo, veremos como nos va en el Suchitlán... uff agua estancada y sucia. Puta... ¿cómo se hace en un día de calor para que uno no se deshidrate? Avancemos pues a un río en Aguacayo, "Las Señoras" y veamos que tal está. Bajamos el auto y las aguas algo estancadas producto de la falta de lluvia que ya ocasiona angustias en los sembradores de las milpas.

"Vamos mas abajo", los perros se tiraban a las pequeñas pozas, nadaban y gozaban, hasta reían de estar en un ambiente menos tóxico que San Salvador. Me asombraban como disfrutaban el agua en el río, pero es así, ninguna poza les parecía grande, nadaban y salían, regresaban y volvían a nadar, luego de un rato fuimos al pueblo y encontramos a un viejo amigo, el Eligio con quien disfrutamos algunos tragos de chaparro curado con nance, fácilmente se podía calibrar: chaparro de 70 grados. Tremendo.

En eso, la mujer del Eligio salió de su casa, humilde y donde tiene 3 perros, cuatro cabras, un cabrón mechudo, cinco cabritos, cuarenta patos, veinte gallinas, treinta palomas, dos chompipes, siete gatos y un conejo. Le miré con un guante y una pelota de softball en la mano.

- ¿Dónde van?

- A jugar vamos, ¿quieren ir?

Se armaron los equipos de un lado, doña Celina, una mujer de unos cincuenta años de yinas, falda beige y camisa celeste, junto con la mujer del Eligio y una de sus hijas que usa celular en el short para andar oyendo música aun cuando batea, mas otras cuatro bichas del cantón.Vamonos chuchos, a ver jugar softball en Aguacayo, ahí donde antes hubo guerra y hoy solo queda el alma solidaria y la vida mas o menos fraterna de la gente que ha medio repoblado el caserío, antes cantón, y mucho mas antes, pueblo.

El otro equipo compuesto por tres bichos adolescentes, tres niños chiquitos de no mas de seis años y la madre joven de Carlitos, el cipote de cinco años con pestañas de muñeco. Nos sentamos a mirar el partido, strike dos, foul, planck....!!! hasta home, métela, métela, métela!!! y yap, carrera!, una mas.

Lo pensaba, tarde de caserío, juego de gente grande con gente chiquita, tarde de domingo donde no hay cine, no hay metrocentro, plaza mundo, multiplaza o gran vía, solo la calle polvoza que lleva a la cancha medio engramada, la que se convierte en el escenario principal el día domingo, ahí donde llega Hercules, el chucho mas bonito del pueblo, un pastorcito cruzado que se dedicó a jugar con la Audrey y el D´jango.

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