Las relaciones de nosotros los seres humanos son complejas tanto que a veces se aspira mejor a ser una maquina o una parte del engranaje de las mismas. Eso es mucho más simple y funciona perfecto; y cuando no funciona se cambia, las máquinas son así.
Nosotros los humanos tenemos dificultades mútiples y en ocasiones nos cuesta llevarlas adelante, de ahí que introducimos eso en nuestras relaciones sociales, incidiendo lamentablemente en ellas.
No vale, no se vale que traslademos a otros los problemas nuestros, menos vale que otros sufran porque nuestras valoraciones o aspiraciones sean lo que sean.
Somos capaces de alejar o acercar a quienes odiamos.
También es cierto, somos capaces de alejar a los que queremos, eso se hace de manera más consciente, y probablemente bajo circunstancias extremas. ¿Vale la pena? Me han enseñado a no amarrar, a soltar, me he enseñado a no sentirme amarrado por más domesticado que me encuentre.
Eso intento, no aprisionar a nadie, ni a nada, así sea lo más querido, la vida sigue y en ella nos enroscamos. Alegrías y tristezas solo son en relación con otros.
Sucede también a partir de afanes egoístas y mórbidos que somos capaces nosotros los humanos de apropiarnos de otros, de considerarlos nuestro botín o valorarlos como objetos que nos pertenecen.
Alejar y acercar, las relaciones sociales tratan de eso. Triste, muy triste. La vida.