En la educación hablamos siempre -no todos y no siempre- del desaprender y nos remitimos a ese proceso que bien lo dice Freire, tiene un poco de dolor, un poco de malestar, un poco de arraigo y un poco de egoísmo. El desaprendizaje implica dejar atrás lo que ya tenemos sabido, conocido y aplicado. Torcerlo, y darle una nueva acepción.
Así, por ejemplo (un tonto ejemplo, no esperarían mas) este paso de comprender que Santa Claus es el viejito blanco y regalón de la navidad nunca fue, no es y tampoco será verdad en un niño puede causar cuando menos la decepción del saber que todo siempre fue una broma.´
Un conocimiento que supera a otro anterior puede considerarse un desaprendizaje, abandonar lo viejo aprendido con lo que nos hemos sentido confortables y aprender lo nuevo que nos mueve todas nuestras ideas en función de como hemos estructurado el pensamiento sobre eso "aprendido". ¿Cómo nos cambió nuestras ideas sobre el sistema planetario al saber que Plutón no era más un planeta y que seguirá siendo solamente un perro de historieta cómica?
También se puede aplicar el desaprender a aquello que nosotros hemos adquirido como valor, como filosofía de vida.
Por ejemplo dejar a un lado las actitudes de prepotencia y superioridad para modificarlas en unas más de humildad y sencillez, no pienso en convertirse en un monje budista, sencillamente pienso en un cambio de manera de relacionarse en mayor horizontalidad.
Desaprender también se aplica a aquellas transformaciones en el establecimiento de relaciones sociales y afectivas.
Los humanos podemos haber aprendido a manejarnos con ciertas formas de demostración de los afectos. Esas que pueden ser de las indiferencias, de los simples "ya llegaste" y que de repente pueden cambiarse a formas más primorosas de afecto, esas donde las miradas se intercambian y se sabe uno con el otro sin necesidad de hablar. Ese plano donde uno se siente tan extraño por que no era así antes.
Desaprender y aprender, un concepto amplio de la educación (educación es un concepto amplio también) que tiene aplicaciones anchas, tan anchas como la más ancha de las avenidas de mi novia, San Salvador.