Los humanos somos así, seres que estamos propensos a cometer errores, a fallar, a equivocarnos. Tenemos ese derecho en la medida que no contamos con ese raro don de la infalibilidad, somos seres de aprendizaje permanente a veces en el ensayo y el error.
No somos perfectos y debemos aprender en la medida que transcurre la vida, ese aprendizaje nos va dando a nosotros la conformación que necesitamos para madurar, con eso nos convertimos en lo que somos cuando adultos, seres con información, conocimientos e ignorancias desde luego.
Fallar, equivocarnos nos hace notar nuestra naturaleza humana, nos hace ver lo pequeño que somos, la forma como vamos enfrentando la vida y resolviendo lo que no sabemos. Fallar es parte del no saber, es parte del ser humano.
También se puede "fallar" a propósito, aunque eso ya no es una falla, sino una acción alevosa, premeditada, planificada y pensada. A diferencia de las fallas que se pueden disculpar o resolver, las acciones desarrolladas con alevosía y ventaja no son tan sencillas de resolver. Es más complicado explicar o disculpar ese tipo de asuntos.
No puede una persona ir por el mundo haciendo el daño, el mal, la falla o el error a propósito y después sentir que las consecuencias son el resultado del error de otros. Digamos que un comportamiento así se puede explicar a partir de los mecanismos de defensa que el mismo cuerpo genera para no sentirse tan culpable, tan agobiado, con tanta angustia. Se puede explicar así, pero no es justificable.
La ventaja y alevosía con la que se actúa cuando se está cometiendo el error es una perversión, y hay personas que comprenden como están actuando y que sin embargo buscan en otros las explicaciones o las causas para eliminar las consecuencias que el error trae consigo. Este tipo de errores son pensados, planificados, diseñados, ocultados... hasta que alguien se da cuenta.
Uno, yo mismo y cualquiera debe tener claridad de las consecuencias de los actos pre-meditados, una vez un error se comete se debe saber asumir todos los resultados.