Siempre he pensado que el terror es un poder, eso es que en tanto durante los primeros años del conflicto bélico en El Salvador los escuadrones de la muerte buscaban a posibles personas vinculadas a la izquierda de entonces, los sacaban de sus casa y los asesinaban de la manera mas cruel. Una vez logrado el objetivo, entonces venía la idea de como mostrarlo a los demás de tal forma que sintieran terror. Hemos visto cosas aterrorizantes.
No es único el caso, en 1833 Anastasio Aquino fue asesinado y los encargados de ese acto ya cruel, cortaron su cabeza la que hirvieron y pusieron a la vista de todos en el pueblo, así escarmentarían.
El terror ejerce un poder único, los padres a veces usan terror cuando se ponen con el cinturón en la mano para dar un par de fuetazos al niño que no se ha portado bien -la verdad es que quisiera que esto no fuera cierto, sin embargo sigue siendo-, en los trabajos algunos malos patronos utilizan también el mismo mecanismo de aterrorizar cuando indican al empleado que "hay otros 20 allá afuera que bien harían tu trabajo sin ningún reclamo".
Pues... este domingo recién pasado, yo estaba "descarriado" es decir sin carro, y sin quehacer. Decidí irme al centro de la ciudad para ver alguna parte del centro y además, aprovechar en el marco de "Viva la cultura" llegar al Palacio Nacional que hoy se ha convertido en un centro abierto para temas culturales, es una buena iniciativa me parece.
Pues... me subí a uno de los autobuses mas visitados por los ladrones, la ruta 30, sin embargo fue muy tranquilo el viaje. Poco acostumbrado como estoy a las rutas de autobuses, no sabía que otra ruta debía usar para llegar al palacio, me bajé de esta y abordé uno de los flamantes autobuses que forman parte del espectacular servicio de transporte de la limpísima y brillante ciudad de San Salvador, un autobús de la ruta 22.
Una parada después se subieron 3 jovenes (una muchacha embarazada pero vestida como que no, con vincha en el cabello, y una lagrima tatuada cerca de su ojo; un muchacho flaco y pequeño con tatuaje en su brazo y uno más, el mayor cabello rizado, sin tatuajes evidente, lunar en la cara y movimientos nerviosos) uno de ellos hizo señas a los otros dos. Supe que ellos no eran las tres divinas personas que conforman la santísima trinidad, así que cuando aun no se habían distribuido en el autobús, yo me levanté y caminé hacia adelante, el tipo rizado ya iba caminando delante de mí dentro del bus.
El busero llevaba la puerta delantera cerrada. Así que no me quedó mas remedio que sentarme y esperar que sucedería. El tipo se dio vuelta y comenzó a hablar con nerviosismo:
"Señores, no tengan miedo, somos de la Salvatrucha y nos han asesinado a dos de nuestros hermanos, queremos decirles que no nos interesan sus cositas (pertenencias) y que lo que deben hacer es sacarse un varo (un dólar) y entregárnoslo. No se preocupen, eso sí.. nadie debe intentar hacer nada contra nosotros pro que puede pasar algo y no deseamos que les pase nada, así que ya pasamos por su asiento para que nos den el varo".
Pensé que nadie haría nada, que cada uno nos íbamos a meter las manos en la bolsa y que ellos se saldrían con la suya. En el fondo tenía la esperanza de que quizá, alguien evitaría el atracó que nos daban usando el terror, ese mecanismo que logra que uno se ponga mansito.
Saqué mi varo, se lo puse en la mano al tipo del pelo rizado, me miró y me dijo con los ojos: bien hecho.
Se bajaron en un sitio acordado con el busero. Miré a la gente y todos miraban hacia adelante, sin voltear a ver.
El terror, el poder del terror.