Una pequeña parte de mi vida la he tenido viviendo frente al mar, debió ser en inicios de los sesenta siendo yo un bicho chorriado que se alegraba con la llegada de las excursiones al Centro Obrero en Conchalío, ahí donde mamita era la encargada de alimentar a los trabajadores. Cada vez que llegaba una excursión ponían música para recibirles, unas marchas bien bonitas entre ellas la "National emblem march" y que cantabamos: "quien te dijo que pelaras el guineyo, viejo feo, barrigón..."
Cuando llegaban los sacerdotes maristas era mas simpático, ellos llegaban en autobuses y al final de la tarde se iban al parqueo, sacaban panes con queso kraft y compartían conmigo. Botellas de vino se abrían para acompañar al pan y el queso.
Iba al mar temprano en la mañana, me gustaba ese ir y venir de las olas.
He entendido después de años y experiencias que la vida sigue el rumbo del mar, y que el budismo zen entre otras cosas enseña que el péndulo de la vida es una verdad irremediable. Un ir y venir en donde se repiten los hechos. Traduje ese ir y venir aplicado a la vida como "la vida es una tortilla, se tuesta de un lado primero, luego del otro".
Te hacen bien, te hacen mal; hay tristeza, hay alegría; estas arriba, estas abajo. Ying y yang, hermanos de una sola verdad, el envés y el revés.
¿Es así la vida?